Más de 400 zapatos, ropa, recuerdos, imágenes religiosas, fotografías, una carta de despedida y una biblia con la foto de un niño entre sus páginas, fueron algunos objetos encontrado en medio del terror de la localización de los tres hornos clandestinos de Teuchitlán, Jalisco, en lo que ha sido denominado como un campo de exterminio del crimen organizado y el cártel de las «cuatro letras».
Las madres buscadoras siguen en el lugar, inspeccionando y publicando cada una de las prendas y los indicios que pudieran llevar a las familias de nuestros desaparecidos en el país a identificar a los suyos, si es que llegaron a ese centro del terror.
Hoy, el Colectivo Guerreros Buscadores de Jalisco reveló que al lugar las víctimas le llamaban «La Escuelita del Terror» y testimonios confirman el horror, la masacre y el tipo de torturas al que eran sometidos en aquel predio perteneciente a la Estanzuela, comunidad de Teuchitlán.
Testigos protegidos refieren que lo que se vivía ahí era justamente el terror y el infierno real. Ubicado a una hora de Guadalajara, era donde se entrenaba a jovenes, hombres y mujeres, entre ellos menores de edad, para obligarlos a pertenecer a las filas de la delincuencia organizada.
Los obligaban a pelear entre sí, a cavar las fosas clandestinas, a encender los cadáveres; era un auténtico campo de entrenamiento y de exterminio.
Indira Navarro, líder del Colectivo Guerreros Buscadores de Jalisco, quien ha estado al frente del movimiento de localización de restos que conduzcan a la identificación de víctimas, reveló que sigue resguardada la finca y tanto autoridades como civiles continúan trabajando, luego de la negligente actuación previa en septiembre 2024, cuando fue localizado e intervenido el predio, pero de forma tan parcial que no ingresaron a la zona del exterminio, hornos clandestinos y lugares de resguardo de restos e indicios.
Comentaban los jóvenes que muchos no aguantaban el adiestramiento, a unos simplemente por quejarse los mataban; otros porque ya de plano no aguantaban, caían y morían, y ¿qué haciamos nosotros?, teníamos que hacer unas fosas, poníamos una cama de piedra o ladrillo y les echábamos gasolina o lo que tuviéramos para que prendieran. Se usaban una, dos, tres veces, se tapaban, volvíamos a abrir otra fosa. (Comentó Navarro en entrevista con Radioformula)
Los sobrevivientes, comentan que el campo de exterminio ya tenía operando más de tres años, le decían «la escuelita del terror» y los obligaban a pelear entre ellos para medir fuerzas, que «el instructor» cuando llegaba en malas condiciones los obligaba a hacer cosas como si se tratara «del mismo demonio».
Indira Navarro afirma que cada una de las historias es simplemente estremecedora y que nadie podría imaginar el horror que se vivió en ese lugar de Jalisco, que pudo ser cateado y descubierto en todas sus dimensiones desde septiembre del 2024 y simplemente, las autoridades no lo hicieron.
Ahí quedaron las ilusiones de estos jóvenes, que aunque quizá algunos fueron por su propia voluntad, tal vez pensaron que era diferente. Dicen que dormían en el piso, en una lona y como cucharita, a veces nos despertaban con cubetas de agua. Se supone que nos pagaban pero nos quitaban el dinero para la comida, para lavar la ropa, la ropa que era de todos, ya no te pertenecía.
Indira señala que los jóvenes cuentan que ellos sabían que pocos la iban a «librar», que había laberintos, que incluso tenían un sitio denominado «la carnicería» y era «donde los hacían pedazos», «era el mismísimo infierno lo que vivimos ahí», revelaron sobrevivientes a los Buscadores.
En ese lugar era «el kinder» en el adiestramiento y después de «graduarse», los jóvenes eran enviados como «carne de cañón» y enviados a zonas de alto riesgo como Michoacán, o a «la escuela» a unas cuatro horas del sitio del hallazgo de Jalisco.
Simplemente aterrador…
Autoridades y colectivos de búsqueda encontraron en ese lugar todo el terror que encierran las desapariciones forzosas en el país, la magnitud de la brutalidad criminal contra niños, adolescentes y jóvenes mexicanos reclutados y la desesperación de las víctimas.
Aún no se conoce oficialmente el número de víctimas que pasaron por ese campo de exterminio ubicado en la Estanzuela, una comunidad perteneciente al municipio de Teuchitlán, Jalisco, pero se estima que al menos 200 personas vivieron el infierno de ese punto clandestino de operación criminal.
Cabe destacar que el predio era un campo de adiestramiento que fue desactivado en septiembre del 2024 y en dicho operativo solo hubo 10 detenidos y dos víctimas rescatadas. En aquel momento no se registró todo el rancho, por su dimensión, de acuerdo con la versión del Fiscal de Jalisco.
No fue hasta la intervención de los grupos civiles de búsqueda de desaparecidos cuando se llevó a cabo el hallazgo de los hornos y los restos que pudieran llevar al reconocimiento de víctimas. Las autoridades nunca antes habían inspeccionado la zona luego del operativo y cateo del 2024.
Así, un equipo de madres buscadores logró un de los más terribles hallazgos en suelo mexicano y la sociedad aún no da crédito al infierno que ahí se vivía.













